Ayer leí un email de Nils Rooijmans, a quien siempre menciono con respeto porque lleva más años que nadie peleándose con Google Ads, y decía algo que veo cada día en cuentas reales:
Cada vez que Google lanza algo “totalmente automático”, pasa lo mismo.
- Primero, lo lanzan a medias.
No funciona del todo bien, no da control, y un profesional que sabe lo que hace casi siempre puede superarlo. - Después, Google aprende.
¿De quién aprende?
De los anunciantes que lo usan demasiado pronto y pagan el aprendizaje con su presupuesto. - Luego, cuando el sistema por fin madura, Google empieza a abrir controles:
más visibilidad, más palancas, más métricas.
Ejemplos: límites de puja, términos de búsqueda más completos, negativas en PMax, protección de marca. - Y entonces llega la frase clave:
“Funciona bien para el anunciante medio”.
Que está muy bien, pero… tu negocio no es el medio, tus márgenes no son los medios y tus problemas tampoco.
Por eso, aunque la automatización avance, los resultados siguen dependiendo de alguien que entienda:
– cuándo tocar una negativa
– cuándo una recomendación automática rompe más de lo que arregla
– cuándo una coincidencia amplia está desviando presupuesto
– cuándo una campaña “bien” podría estar rindiendo el doble con una idea sencilla
La automatización hace el trabajo básico.
Pero el trabajo realmente importante sigue siendo humano: criterio, contexto y estrategia.
A mí esto no me da miedo.
Me da ventaja.
Porque mientras Google sigue hambriento de datos, siempre hará falta gente que entienda qué hacer con ellos.
Y cuando Google se pone “codicioso”, más falta hace todavía.
Si trabajas en PPC, tu trabajo no desaparece.
Evoluciona.
Y el que sepa acompañar la evolución, seguirá siendo imprescindible.