Durante años pensaba que todos los testimonios servían para lo mismo: decir que el producto es bueno. Hasta que me di cuenta de que en la teletienda hay dos tipos.
1️⃣ Los que venden el producto.
“Me compré la freidora y en dos semanas bajé tres kilos. ¡Increíble!”
2️⃣ Los que venden al vendedor.
“Si George Foreman dice que esto es bueno, yo le creo.”
Y ojo, los dos funcionan, pero no igual.
Si usas testimonios del segundo tipo, los que venden al vendedor, sin tener autoridad o sin una base sólida, se nota la desesperación. Huele a “no tengo suficientes clientes felices, así que relleno con halagos.”
Pero cuando ya tienes autoridad real, esos testimonios refuerzan la confianza. Validan al experto, no al producto. Y eso cambia el juego.
Yo lo uso así:
Primero, testimonios del producto (resultados concretos, transformaciones reales).
Luego, algunos que refuercen mi credibilidad (por qué confían en mí, qué dicen de trabajar conmigo).
Es el mismo truco que usaban en la teletienda, pero aplicado con cabeza. Porque si George Foreman vendía grills, tú también puedes vender tu oferta. Solo necesitas que la gente crea en el producto… y en quien está detrás.